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El documental “El dilema de las redes sociales” me recordó que la película de Los Juegos del Hambre era más ciencia que ficción.

La mala noticia es que la mayoría de los mortales no pertenecemos precisamente a El Capitolio sino que estamos jugando en la arena, mientras allá afuera nos vigilan a través de unas pantallas.

Y con la diferencia de que en la vida real no sabemos, que prácticamente estamos en medio de un experimento (y que en este plano los trajes están invertidos... mientras nosotros estamos “jugando” con los mejores vestidos y peinados; ellos nos están manipulando en blue jeans y camiseta de pelea ¿Será que aquí los payasos somos otros? *chiste*)

Pero la verdad, es que esto no es algo nuevo.

Que hoy el papel de los que tienen gran poder sobre la humanidad lo esté ocupando la tecnología, no significa que sean los primeros y los únicos de ese lado de la película. Siempre han estado ahí, llámense políticos, laboratorios o medios de comunicación (y no olvidemos que las redes sociales son otro canal como la radio y la televisión).

¿O se acuerdan, por ejemplo, que en Las Chicas del Cable (serie basada en 1920) usaban a telefonistas como Ángeles para escuchar conversaciones privadas con el fin de obtener información de las personas y venderlas al mejor postor, o utilizarlas a su favor?

Esta no es una problemática del Siglo XXI (aunque el hecho de que algo sea común o antiguo no significa que se tenga que normalizar). Esta es una problemática de la humanidad. Pero funciona igual que una tusa o que un amor de esos que duelen pero que alivian con un “¿nos vemos?”: Somos al mismo tiempo cura y enfermedad.

Es tan así que ni la Inteligencia Artificial está programada para diferenciar el bien del mal. Pero nosotros sí, nosotros sí estamos configurados mentalmente para ser capaces de decirle “no” al tóxico… y ya lo sabemos: las redes sociales son tóxicas. Pero no del todo por el contenido que generamos quienes estamos ahí, son tóxicas porque funcionan con unos algoritmos que son peores que una pareja posesiva: se empeñan en que no mires para otro lado y que no quieras hacer algo diferente a estar con ellos.

Pero como ya lo mencionamos unos artículos atrás “así como para pelear se necesitan dos… para una relación tóxica también”. Y las notificaciones del celular son a nosotros, lo que la manzana fue a Eva… ellos cumplen con tentarnos, nosotros decidimos si caer. LEE AQUÍ “YO TAMBIÉN HE SIDO LA TÓXICA"

No es solo cuestión de cuantitativa ni de matemáticas básicas (restar tiempo en la pantalla), es cuestión de autocontrol. Porque yo creo que el nivel de adicción a las redes sociales no se mide por el número de horas que pasamos en ellas, sino por el nivel de dependencia emocional que tenemos con ellas.

No debería estar relacionado con las veces que miramos el celular, sino por cuánto nos dejamos afectar. Va más allá de hacer un detox de redes de una semana… porque si algo hemos aprendido de las dietas extremas para adelgazar es que generan efecto rebote.

Se trata de ser capaz de separar los momentos en los que no deberíamos tener el celular, de no perdernos la vida por estar pendiente de la de los demás, de apreciar un cielo sin filtros, de no basar la autoestima en los emojis de fueguito, de admirar una foto sin envidiar; y sobre todo, de no olvidar que “compartir” fue primero que “publicar”.

Ahora, después de leer esto pregúntate: ¿eres realmente adicto a las redes sociales? Averígualo con este test

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